“La tolerancia a la corrupción ha ido aumentado en España”
"Corrupción” es una palabra que está en boca de las conversaciones cotidianas de la población española. Pero, ¿qué percibimos como corrupto y en qué otras cuestiones somos más laxos? ¿qué grado de tolerancia tiene España frente a otros países de nuestro entorno? son preguntas a las que ha querido responder en su trabajo fin de grado el estudiante del doble grado en ADE y Relaciones Laborales de la Facultad de Educación de la UVa en el Campus de Soria Ramón Soler. En su investigación, en la que ha descubierto informes “brillantes”, como califica a sus fuentes, ha podido corroborar que “la tolerancia a la corrupción en España ha ido aumentando”, según unos indicadores que lo analizan durante el periodo de 2017 al 2023. De la misma manera, comprobó que lo que percibe la gente es que “somos más corruptos”, pero además “nos estamos acostumbrando a ella”.
Las conclusiones a las que llega se apoyan en varios informes, entre los cuales destaca el informe EPOCA, realizado en 2022 entre diversas universidades españolas y portuguesas, en donde se analiza cómo se percibe la corrupción, que completó con una obra de un académico de la Universidad de Barcelona, José Abreu, quien publicó una obra sobre toda la corrupción en España desde el 2000 al 2020. “Este último estudio cifra en 3743 casos de corrupción, lo que supone que cada dos días se revela un nuevo caso”, explica. “Lo que más me gustó de su obra, algo que no nos paramos a pensar, es que las noticias se posan en grandes casos de corrupción, pero en esta obra lo que dice es que más de 80 por ciento de los casos en estas dos décadas se dan en municipios”.
Otras de sus fuentes han sido el informe del Banco Mundial, del que ha extraído las percepciones de corrupción de varios países, y un segundo del BBVA, con indicadores sobre la calidad instituciones. De éste “pude obtener muchos datos para abordarla de forma general sin entrar en casos concretos vinculados a políticos”. El trabajo se completó con el barómetro de la Unión Europea sobre la percepción de la corrupción y la tolerancia a la misma. Con todos estos datos, desarrolló una comparativa entre países con mayor desarrollo respecto al nuestro, como Alemania, y los que se sitúan algo por debajo, entre los que están Italia, Grecia y Portugal. Lo que vio es que había diferencias en cada país sobre lo que consideran como “corrupción”, “ya que es un término muy abstracto”. Destaca que en España lo que está tipificado como norma “somos categóricos a la hora de calificarlo como corrupción, pero evitar la burocracia, buscar atajos, es decir, aquellas actividades no penadas, para eso somos más laxos”. Y en esta percepción, nuestro vecino Portugal se iguala a nosotros y ambos también comparten, según el informe EPOCA, su percepción de que la corrupción ha aumentado.
De hecho, explica que le llamó la atención esta percepción, según los estudios analizados, que variaba según el momento económico. Ha observado que cuando la economía va mejor, la gente no es tan categórica para calificar ciertas actividades como corrupción. Explica que se tiende a pensar “hay corrupción, pero las cosas funcionan”. Sin embargo, en periodos de peor situación económica, la población es más contundente a la hora de considerarla.
A la pregunta de qué indicador indica el grado de corrupción de un país, Ramón Soler lo tiene claro: uno de los estudios del Banco Mundial sobre los indicadores de gobernanza, que se basan en varios aspectos como la rendición de cuentas o control de la corrupción, entre otros parámetros, dan una buena visión de si un país está haciendo las cosas bien o no.
En su trabajo también se pregunta porqué seguimos votando si sabemos que la corrupción es mayor. Le llamaron la atención las respuestas. En Portugal, por ejemplo, la mayoría de la gente se posicionaba de forma equitativa y estaban más repartidas respuestas como “todos los políticos son corruptos”, “roba, pero hace”, “voto a este partido porque mi familia lleva votando toda la vida” o que la “corrupción no es una prioridad”. En España, las diferencias eran mayores, pero destaca el peso que tiene la votación al partido “que siempre hemos votado”. “Tenemos una tradición política de votar al partido, y aunque estamos viéndolo claramente que tienen casos de corrupción, y por proteger nuestras propias creencias, miramos a otro lado”.
Un proceso “doloroso”
Su interés por la corrupción viene tras cursar una asignatura de Derecho Sindical en el doble grado de ADE y Relaciones Laborales. “Nos mandaron un trabajo de libre elección y uno de los casos que durante muchos años ha resonado mucho ha sido el caso de corrupción de los EREs de Andalucía, en donde estaban involucrados sindicatos, políticos y asociaciones empresariales. Al hacer el trabajo me fui dando cuenta de mi propia ignorancia y ahondé en otro menos conocido, el caso FORCEM, que utilizaba fondos de formación europeos y nacionales para otros usos”. Afirma que lo que iba a ser un trabajo corto le llevó semanas de estudios e investigación y se dio cuenta que le estaba “apasionando”. Además, comprobó que hay académicos y expertos en la materia que han hablado sobre ello, pero cuando se pone el interés en escucharlos, “te das cuenta de lo perjudicial que es la corrupción”.
Limitó su investigación al ámbito público, es decir realizado por cargos públicos, porque en su opinión, desde su prisma de ética y moral es el “peor de todos los casos”, porque es el empleo de fondos públicos para el provecho de unos pocos y quitarle a la ciudadanía lo que podía ser una mejora de su calidad de vida". Otro de los problemas que ha intentado evitar son los sesgos políticos, porque cuando se habla de un caso de corrupción "siempre hay un partido político en medio y puede perjudicar el tratamiento con la mayor objetividad y neutralidad posible".
Asegura que lo que más ha aprendido en su investigación es que “muchas veces miramos la corrupción en cifras monetarias, de lo que perdemos, ya que no deja de ser un coste que se pierde, y no contemplamos los nuevos escenarios y oportunidades que se hubieran podido dar si no se hubiera producido”. Pero, lo que más lamenta, con las cifras en la mano, “no sólo es el aspecto monetario sino cómo nuestro país ha perdido a nivel moral y en valores mucha reputación y cómo los hemos lapidado como sociedad”. Para Ramón Soler, “esta investigación ha sido un proceso doloroso, porque te das cuenta de todo lo que ha perdido tu país, incluso eres consciente de tu propia apatía hacia la corrupción”.
