Estudiantes del Grado en Nutrición y Dietética recuperan y adaptan recetas tradicionales en colaboración con personas mayores
El `Recetario de la Abuela´ es un proyecto de innovación puesto en marcha desde el Grado de Nutrición y Dietética, que ha permitido al alumnado de 2º curso conocer y recuperar recetas tradicionales gracias a la colaboración de personas mayores voluntarias de la Asociación de Afrontamiento Activo del Dolor – Miguel Ángel Galán.
El proyecto ha permitido a los estudiantes “tener un contacto real con la cocina, una competencia esencial para los futuros dietistas” y “conjugar el conocimiento académico con la sabiduría popular, generando propuestas saludables, culturalmente respetuosa y técnicamente bien fundamentadas”, según nos cuenta en esta entrevista la profesora del área de Nutrición y Bromatología y coordinadora del proyecto, Sandra de la Cruz.
-¿Cómo surgió la idea de crear este proyecto y qué objetivos principales se plantearon desde el inicio?
La idea del proyecto surgió al detectar una necesidad formativa clara entre el alumnado del Grado en Nutrición Humana y Dietética: reforzar sus conocimientos y habilidades para diseñar recetas que no solo sean nutricionalmente correctas, sino también viables desde el punto de vista culinario y culturalmente respetuosas. Aunque tradicionalmente aprender a cocinar ha sido algo que se transmitía en el ámbito familiar, principalmente de madres y abuelas a hijos, hoy en día muchos jóvenes apenas han tenido un contacto real con la cocina. Sin embargo, para un futuro dietista-nutricionista, saber cocinar es mucho más que un conocimiento práctico, es una competencia esencial para poder planificar y asesorar adecuadamente a los pacientes.
A partir de esta reflexión, diseñamos una propuesta educativa que combinase formación técnica con compromiso social, basada en la metodología de aprendizaje-servicio. El objetivo principal fue mejorar las competencias del alumnado en gastronomía y dietética aplicada, al tiempo que se fomentaban habilidades interpersonales como la empatía, la escucha activa o el trabajo en equipo. Todo ello en colaboración con la Asociación de Afrontamiento Activo del Dolor–Miguel Ángel Galán, integrada mayoritariamente por mujeres con dolor crónico, auténticas depositarias de un saber culinario tradicional de gran valor. A ellas les agradecemos profundamente su generosa participación y lo enriquecedor que ha sido trabajar juntas.
-¿Qué criterios se han seguido para adaptar las recetas tradicionales a una alimentación saludable sin perder su esencia cultural?
Uno de los mayores retos del proyecto fue precisamente encontrar ese equilibrio entre salud y tradición. El proceso se estructuró en varias fases: tras una primera selección de recetas por parte de los voluntarios, los estudiantes evaluaron cada una atendiendo a criterios como la adecuación al grupo de alimentos asignado, la sencillez de elaboración, el coste, la coherencia cultural y la diversidad culinaria. A partir de ahí, propusieron mejoras nutricionales, como la reducción de grasas saturadas o el ajuste del tamaño de las raciones que fueron discutidas y consensuadas con los propios autores de las recetas. Esta negociación fue clave para asegurar que las adaptaciones respetaran la identidad gastronómica de cada plato, sin comprometer su sabor, textura o viabilidad. El diálogo intergeneracional permitió conjugar el conocimiento académico con la sabiduría popular, generando propuestas saludables, culturalmente respetuosas y técnicamente bien fundamentadas. Los estudiantes no solo aplicaron sus conocimientos, sino que aprendieron a hacerlo desde la empatía, el respeto y el trabajo en equipo.
-¿Qué papel han jugado los estudiantes en el proceso de recuperación y adaptación de las recetas, y qué aprendizajes han destacado ellos mismos?
Los estudiantes han sido protagonistas activos en todas las fases del proyecto. Desde la selección de las recetas, en diálogo directo con las voluntarias, hasta su análisis nutricional, adaptación técnica, preparación práctica en cocina y preparación de las fichas para el recetario. Este nivel de implicación les ha permitido aplicar conocimientos académicos a un contexto real, desarrollando competencias clave para su futuro profesional como dietistas-nutricionistas. Además del aprendizaje técnico, el alumnado ha valorado especialmente el componente humano e intergeneracional del proyecto.
-¿Cómo ha sido la experiencia de colaboración intergeneracional con las voluntarias durante el desarrollo del proyecto?
La colaboración con las voluntarias ha sido, sin duda, una de las partes más enriquecedoras y emotivas del proyecto. No solo han compartido su conocimiento culinario, sino también su historia, sus recuerdos y una manera de entender la cocina profundamente ligada a la vida cotidiana y al cuidado. Para muchas de estas mujeres, participar en el proyecto ha supuesto recuperar un papel activo y valioso en la sociedad. Sentirse escuchadas, útiles y reconocidas ha tenido un impacto emocional muy positivo. Y para los estudiantes, trabajar junto a ellas ha sido una experiencia transformadora: han aprendido a mirar más allá de los libros y a valorar los saberes que se transmiten de generación en generación. Se ha creado un vínculo muy especial, basado en el respeto mutuo, la empatía y el aprendizaje compartido.
En definitiva, esta colaboración intergeneracional ha sido un ejemplo claro de cómo la universidad puede abrirse a la sociedad y generar espacios de encuentro con un gran valor humano, educativo y social.
- ¿Qué impacto esperáis que tenga este recetario tanto a nivel educativo como en la comunidad?
Esperamos que el recetario se convierta en un recurso útil en varios sentidos, primero como herramienta docente para los alumnos del grado; también, como material de divulgación para promover una alimentación saludable y culturalmente respetuosa, y por último, como ejemplo de colaboración universidad-sociedad. Más allá del documento en sí, creemos que el proyecto deja una huella en quienes han participado, fomentando la conciencia social, el aprendizaje significativo y el reconocimiento del valor de la cocina tradicional como parte del patrimonio cultural.
-¿Tenéis pensado dar continuidad al proyecto o ampliarlo con nuevas recetas o colaboraciones futuras?
La idea es dar continuidad al proyecto. Consideramos que ha sido una experiencia muy valiosa, tanto por su impacto educativo como por la dimensión humana y social. Nuestra intención es integrarlo de manera estable en la docencia de la asignatura de Dietética, aunque de una forma más condensada en el tiempo. También nos gustaría publicar el recetario en formato tanto físico como digital y sería fantástico poder organizar actividades de difusión como talleres o encuentros culinarios intergeneracionales. Creemos firmemente que este tipo de proyectos no solo mejora la formación técnica y social del alumnado, sino que también refuerza el compromiso de la universidad con la comunidad, recuperando saberes valiosos y fortaleciendo vínculos entre generaciones.


