“La gente tenía verdadero miedo y confiaba en el criterio del Santo Oficio, por lo que, si se les indicaba que no leyeran algo que venía a continuación, muchos lo acataban y se lo saltaban”
Han sido más de tres años de investigación. Uno por uno hasta llegar a los más de 619 libros que la Biblioteca Histórica Santa Cruz de la Universidad de Valladolid tiene a buen cobijo y que sufrieron en mayor o menor medida la censura del Santo Oficio. Ane E.Galindo Azkunaga ha estudiado detenidamente estos fondos, primero en su proyecto fin de máster y, más tarde, en su tesis doctoral. El resultado es la obra “Libros expurgados de la Biblioteca Histórica de Santa Cruz de Valladolid”, editada por la UVa, que nos abre la puerta a conocer cómo fue la censura en España, desde el primer libro catalogado en la Biblioteca de 1584, censurado, hasta el más tardío correspondiente a Erasmo de 1889, el autor más perseguido. En esta entrevista, su autora nos acerca a estos libros en los que se aprecia la delicadeza, la saña o incluso la dejadez de quiénes actuaban. También revela que, al contrario de lo que se piensa, en España se llegaron a quemar muchos menos libros que en otros países, ya que se optó por eliminar “pasajes peligrosos”, que ha permitido conservar libros que en otros lugares desaparecieron.
-Esta obra es fruto de su tesis doctoral leída en la Universidad de Valladolid ¿por qué ese interés por rebuscar en nuestro oscuro pasado? ¿qué tiene de especial la Biblioteca Histórica de la Universidad de Valladolid?
Lo censurado siempre despierta interés, en general, ya que nos atrae aquello que nos prohíben, y en el caso de España, donde la censura duró tantos siglos y abarcó tantos temas, era vital saber qué nos habían prohibido leer, porque ello nos ha conformado como país. Es una paradoja: muchos autores acusan a la Inquisición, responsable de la censura, de haber impedido el desarrollo de la ciencia y la filosofía españolas, pero otros afirman que gracias a ella se dio una literatura brillante, como es la del Siglo de Oro. Y la Biblioteca Histórica de Santa Cruz es una joya por los fondos que contiene, una rareza que en otro país tendría mayor fama, ya que se le daría el prestigio que merece. Es una pena que la gente desconozca que tiene tan a mano una maravilla así. Entrar en sus fondos es una experiencia emocionante, casi como viajar al pasado.
-El título del libro “Libros expurgados” suena muy duro, porque fueron muchos siglos duros y de mucha censura ¿Qué periodo comprende este libro de investigación?
En el libro se analiza la censura o expurgo desde su comienzo, en 1502, con la Pragmática publicada por los Reyes Católicos que obligaba a tener un permiso para imprimir libros en Castilla o introducir los publicados en el extranjero, hasta la abolición de la Inquisición, en 1834, bajo la regencia de María Cristina (aunque las Cortes de Cádiz ya la habían suprimido temporalmente). No hay que olvidar, sin embargo, que todavía en 1870 (una fecha “cercana”, por así decirlo) una junta carlista afirmaba que si llegaba al gobierno la restablecería. Y la nota de expurgo más tardía encontrada en la Biblioteca de Santa Cruz es de 1889, de un libro de Erasmo, así que tampoco hace tanto tiempo.
-Imagino que la Inquisición no sería igual en una época que en otra ¿Qué época fue la más activa en la censura de libros?
La censura comienza “tímidamente” con el Índice publicado en 1551 por el Inquisidor Valdés -en realidad era la reimpresión de uno de Lovaina con un anexo para los libros españoles- y alcanza su cenit con el Índice de 1707. Los Índices eran catálogos en los que se describía qué autores estaban prohibidos o de qué obras había que eliminar palabras o párrafos. Después la censura va decayendo, porque no es sostenible por la porosidad de las fronteras, la incapacidad de hacerlo en otras lenguas o, simplemente, porque el mundo estaba cambiando y era imposible aislar por completo a un país entero.
- Ha realizado un catálogo de todos los libros censurados que se encuentran actualmente en la Biblioteca Histórica ¿de cuántos estamos hablando?
El catálogo está compuesto por 619 libros, y en cada entrada se proporciona la información más completa posible, incluyendo las técnicas de expurgo utilizadas y la transcripción de la nota escrita por el censor. Aunque quedan casi 600 libros del fondo de la Biblioteca Universitaria sin revisar por la propia institución, por lo que puede que exista algún ejemplar más del que no se haya señalado su condición de expurgado.
- Habrá alguna obra que le ha llamado la atención, tanto por el contenido de la censura como lo que se censuró…
El trabajo de censura era bastante mecánico, pero hay casos llamativos que recuerdo con simpatía. En In quatuor libros institutionum imperialium commentarius academicus & forensis, de Vinnius, un censor habla sobre una revisión previa: “Algún bárbaro borró, pues que las sentencias y no el nombre deben borrarse”. Me parece curioso también que en varios libros, como el Tractatuum ex variis iuris interpretibus collectorum, todavía se conserven restos de arenilla y paja que utilizaban los censores para secar la tinta, después de tantos siglos. O las notas de expurgo detalladas en las que se cuenta que el comprador obtuvo una licencia para expurgar él mismo el libro (Quartus tomus quae ad morum institutionem pertinent complectens, de Erasmo) o que el libro va y vuelve varias veces, da los nombres del propietario, del censor, de los criados que lo llevan al Inquisidor de la zona… (Historiae animalium, de Gesner). Y especialmente me encantan los dos ejemplares expurgados por Nicolás Riccardi (Thesaurus graecae linguae, de Estienne), por la relación que tuvo con Galileo… Me emocionaba pensar que estaba manejando un libro que había tocado una persona con una relación de amistad con Galileo (y que probablemente lo había tocado a él también).
- ¿Puede indicarnos el libro o libros que cobija la Biblioteca más censurado/os?
Erasmo es el autor más censurado, con muchísima diferencia; cualquier mención a él, aunque fuese como editor o colaborador, se elimina. El Tomus primus paraphraseon, por ejemplo, fue revisado hasta cinco veces (1585, 1612, 1632, 1640 y 1707), porque tenían verdadero miedo a que se les hubiese pasado algo. Está lleno de tachones y recortes de páginas. Otro caso es el de los libros que se imprimían en Lyon, porque los tipógrafos de Ginebra, para introducirlos en países católicos, ponían el nombre de la ciudad francesa, por lo que los censores perseguían cualquier libro supuestamente impreso allí. Son los más revisados, junto con los de Erasmo.
- ¿Qué temas eran los más recurrentes para censurar? ¿Hubo algún asunto curioso que se censuró en un determinado momento?
Como decía antes, la censura comienza tímidamente, pero acaba invadiéndolo todo y abarcando temas que al principio a la Inquisición no le preocupaban, como la medicina, la zoología, la gramática, la geografía o, durante la Ilustración, la Enciclopedia. Además de las “manías” personales de cada Inquisidor General, que mandaba elaborar los Índices expurgatorios, influían las corrientes que surgían en Europa y se sentían como amenazantes: lo que consideraban herejías, como el luteranismo, iluminismo, molinosismo, pelagianismo (distinguían entre “herejes” y “superherejes”)… La astrología y la lectura de manos siempre fue una preocupación para el Santo Oficio, ya que considerar que los astros influyeran en la vida humana estaba demasiado cerca de la predestinación y por tanto del protestantismo. Todo lo que tuviera que ver con la Biblia era objeto de revisión. Erasmo, que era muy admirado en España al principio, cayó con el tiempo en desgracia y fue considerado un autor venenosísimo. Luego se dieron cosas extrañas, como la censura a autores como Dante, pero no a otros considerados lascivos por los Índices de Roma, como Petrarca. En general, al principio los Índices españoles no prestaban atención a aspectos como la blasfemia o la lujuria, por eso resulta chocante que en el Dióscorides, (un tratado de plantas medicinales) se censure un método para lograr la excitación sexual pero no otro para provocar el aborto… Y, aunque popularmente se piense lo contrario, a la Inquisición no le preocupaba especialmente la brujería (no se lo creían, por así decirlo), solo la perseguía en las ocasiones en las que se podía confundir con el iluminismo o el misticismo.
- ¿La Inquisición fue más dura censurando aquí que en otras partes o era similar a la de cualquier otro país europeo?
No, no, todo lo contrario; de hecho, podemos decir que en nuestro país se quemó muchísimo menos que en otros. Las piras públicas fueron muy frecuentes en Inglaterra, Francia e Italia. En España, Benito Arias Montano propuso en 1571 la elaboración de índices expurgatorios, que permitían la circulación de libros en los que se habían eliminado pasajes peligrosos sin necesidad de destruirlos por completo. Fue una buena idea que nos ha permitido conservar obras que en otros países desaparecieron.
- ¿Cuáles eran los métodos de censura más habituales?
Bueno, dependía bastante de la cantidad de aquello que se tenía que expurgar o incluso de la personalidad del censor. En el caso de autores considerados muy peligrosos el Índice los prohibía opera omnia (la obra completa), pero a medida que disminuía su capacidad de envenenar, como ellos decían, se seleccionaban fragmentos o incluso palabras que se debían borrar. Por ello se podía tachar con una simple línea, o emborronar un párrafo con tinta. También vemos casos en que ponen parches de papel, recortan las páginas o las pegan entre ellas. Es muy curioso, porque se ve la querencia de cada censor por una técnica concreta; se aprecia la delicadeza, la saña o incluso la dejadez con la que algunos de ellos actuaban (a veces parece que han recortado la página con la mano). En algunos casos llegan a escribir caute lege (lee con precaución), confiando en la obediencia del lector, y en otros trazan unas líneas superficiales… En aquella época la gente tenía verdadero miedo y confiaba en el criterio del Santo Oficio, por lo que, si se les indicaba que no leyeran algo que venía a continuación, muchos lo acataban y se lo saltaban.
-Imagino que los censores serían funcionarios del estado que cumplían órdenes ¿o estaban seleccionados para ejecutar ese trabajo?
Los censores o calificadores se postulaban para el cargo presentando una petición al tribunal del Santo Oficio de su lugar de residencia. Debían tener un nivel intelectual aceptable (aunque con el tiempo se aceptó a candidatos que despertaron críticas debido a su poca formación) y demostrar limpieza de sangre (no tener sangre judía) durante varias generaciones. Desde 1627 se señala como norma que sean mayores de 45 años. No cobraban por ello, eran considerados miembros honoríficos de la Inquisición, pero les servía para acceder a ciertos cargos, como el de prior de un monasterio.
- Habla en su obra sobre cómo impactó la censura en la cultura ¿puede explicarlo?
Sobre este tema hay un gran debate y es difícil tener una postura clara, porque todas las visiones tienen su parte de razón; por supuesto, la censura de la cultura modifica de alguna forma la evolución de un país, y muchos acusan a la Inquisición de que hayan tardado en desarrollarse, como decía al principio, la ciencia o la filosofía en España, pero la literatura del Siglo de Oro no tiene parangón en otros países, y eso que los autores (el mismo Quevedo se quejaba muchas veces) escribían con la censura muy presente. Muchos investigadores, por otra parte, aseguran que es imposible frenar por completo el caudal cultural en un país, y que la represión no fue tan efectiva como se cree. No sabemos cómo sería España en la actualidad si no hubiese existido un aparato censor, pero tampoco sabemos cómo hubiese sido el resto de Europa, que también la vivió.
- ¿Cuánto tiempo le llevó este trabajo de investigación?
Fueron más de tres años, ya que empecé a trabajar en ello como trabajo de Máster y continué como Tesis doctoral. Es un tema enormemente interesante y todavía se podría ahondar más en él.
- Me viene a la memoria la censura “woke” que estamos viviendo, reescribiendo clásicos como la obra de Agatha Christie. En este sentido, gran parte de la obra pasada es susceptible de censura, según los nuevos cánones ¿no aprendemos del pasado?
Siempre ha habido censura a lo largo de la Historia, como vemos en Platón, que destierra los libros obscenos de su Estado ideal, e incluso los propios censurados como Lutero la defendían. En teoría cualquier obra debería tener la oportunidad de ser leída según quiso su autor, pero si defiende de alguna forma valores pasados que van radicalmente contra la ética, en mi opinión tendría que ir comentada y contextualizada, para que los lectores sepan que representa un mundo o unas creencias desaparecidas. Matar a un ruiseñor, por ejemplo, es una buena novela que no debe ser reescrita, como se ha pretendido, sino entendida como una historia de un mundo pasado concreto, con unos valores y unas formas de expresión que ya no existen o no deben existir. Los cuentos populares son otro ejemplo: transmiten algunas enseñanzas caducas, pero no hay que dejar de leerlos, sino explicárselos a los niños. Cuando le leía a mi hija los cuentos de Ferrándiz me reía con ella, explicándole todos los clichés de la época que aparecen. El problema, tal vez, es que haya gente que pase por alto el comentario y la contextualización (por falta de formación o de voluntad) y se quede solo con el texto. Que utilice la forma de expresión de la Alabama de Harper Lee, por ejemplo, o se quede con las ideas que transmite sobre la comunidad negra. Así que al final tampoco se sabe qué es lo mejor, porque supongo que depende del lector que encuentre el libro.
