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¿Estamos ante el fin de la globalización?

El profesor de la Facultad de Económicas y Empresariales Luis Fernando Lobejón nos da en esta entrevista algunas claves para entender la reestructuración de este proceso en los intercambios económicos internacionales
El especialista en Economía Aplicada analiza también el sitio que debe ocupar España en este nuevo puzzle de estrategias y alianzas internacionales
La guerra en Ucrania y la crisis del Covid han acelerado el proceso de desglobalización y el avance de estrategias más proteccionistas

Según el informe del Real Instituto Elcano “España en el mundo 2023: perspectivas y desafíos en globalización, desarrollo y gobernanza”, a lo largo de este año habrá una mayor reestructuración de la globalización, que desembocará posiblemente en una menor integración de la economía mundial, mayor proteccionismo, control de inversiones y movimientos de capital, etcétera. Un proceso que comenzó tras la crisis de 2010, y que la Covid y la invasión rusa a Ucrania ha acelerado. Un movimiento apoyado además con la introducción de algunas medidas proteccionistas como la Inflation Reduction Act (IRA) estadounidense, las sanciones de los países occidentales a Rusia y la imposición de lo que han llamado el friendshoring, entre otros. 

El profesor de Economía Aplicada de la Facultad de Económicas y Empresariales, Luis Fernando Lobejón nos habla sobre esta nueva globalización y cuál es el papel de España en este nuevo puzzle de intercambios comerciales internacionales.

¿Estamos viviendo el fin de la globalización o es más, una modificación de este concepto?

Yo hablaría más de una reestructuración. Las cosas no son iguales desde la crisis del 2008/09. A partir de ahí ha habido una serie de acontecimientos importantes y decisiones políticas que suponen un antes y un después respecto a lo que ocurría desde mediados de los años 80 de la década pasada. Están produciéndose muchos cambios, y algunos suponen tensión respecto de las relaciones económicas internacionales que crecieron mucho y eran mucho más dinámicas en ese periodo de 1985-2008/09, sobre todo en algunos ámbitos a partir de entonces.

-En esta reestructuración, el `friendshoring´ se plantea como una alternativa, para abandonar la dependencia de países como China o Rusia. ¿Es posible esta globalización selectiva?

Hay productos como bienes o servicios que se ofrecen en cualquier país, y proveedores más o menos afines políticamente. Pero es imposible, dado el grado de interdependencia alcanzado, sobre todo en ese periodo de gran crecimiento de las relaciones económicas internacionales, abstraerse de la necesidad de entablar relaciones con todos los países del mundo. Sí que es cierto, que las decisiones van encaminadas a priorizar las transacciones con países con los que se mantienen vínculos (friendsoring), o incluso de fomentar la producción nacional para no depender de las importaciones.

-La adopción de medidas proteccionistas en algunos países y sectores, como puede ser el plan Bidenomics adoptado en EEUU o la Ley del Chip aprobada por la Unión Europea, apuntan también a una menor integración de la economía mundial, aunque sea sólo sectorial ¿Qué opina?

En la pregunta confluyen dos cuestiones que entiendo son distintas. Por un lado, la idea de recentrar la actividad económica dentro de los países y que está presente en EE.UU. desde la época de la Administración Obama, claramente en la de Trump, y que está siguiendo una línea continuista en la Administración Biden, incluso reforzando algunas tendencias que se observaban previamente.

Por otro lado, en las relaciones económicas internacionales hay muchos ámbitos y no todos responden de la misma forma a determinados acontecimientos o decisiones. Un ejemplo muy claro, es que, dentro del comercio internacional, que es una parte de esas relaciones económicas internacionales, hay un comportamiento muy distinto en el comercio internacional de bienes, y en el de servicios.

En el de bienes se aprecia una influencia significativa de ese tipo de decisiones y acontecimientos desde la propia crisis de 2008/09, la pandemia o la guerra de Ucrania, y también ha sido muy sensible a las decisiones adoptadas en EE.UU. o la Unión Europea. Sin embargo, en los servicios, sobre todo, los que son digitalizables, siguen creciendo mucho entre los países que los prestan, es algo que no puede verse afectado por la política comercial de los países, porque de hecho existe una moratoria de la Organización Mundial del Comercio (OMC) que permite que ese tipo de transacciones digitales estén al margen de la política comercial.

-¿Se podría hablar por tanto de una nueva forma de entender el proteccionismo?

En relación con el proteccionismo y las decisiones que los Estados adoptan sobre sus intercambios con el resto del mundo, se aprecia un incremento llamativo de aquellas que obstaculizan los intercambios a partir de la crisis financiera del 2008/09. Lo demuestran informes como los publicados por la OMC en relación con las transacciones estrictamente comerciales, o el informe de las inversiones en el mundo, que lo publica anualmente la Conferencia de Naciones Unidas para el Desarrollo, en relación con las inversiones directas en el exterior.

La motivación es diversa, países como EE.UU. intentan a través de la protección fomentar la actividad interna y el empleo. En otras ocasiones se trata de un asunto estratégico, para incrementar la producción nacional de determinados bienes o servicios y frenar la dependencia de otros países, como en el caso de los micro procesadores, por ejemplo. En el caso de la UE se ha puesto en marcha un mecanismo para hacer los productos europeos más competitivos, al penalizar la entrada de productos intensivos en carbono y procedentes de países donde no existe la fiscalidad sobre emisiones de carbono, que se aplica a los europeos.

-¿Este proteccionismo podría llevarnos a ver cada vez menos productos made in China? ¿Cuál es su pronóstico?

Es difícil establecer un balance de lo que está ocurriendo, y todavía más hablar de previsiones. Hay que tener en cuenta la existencia de un comportamiento muy diferente por sectores, ya que depende mucho si hablamos de productos de un alto valor añadido o más bajo, del tramo concreto del proceso productivo y si son bienes o servicios.

Habrá cambios, pero su final dependerá mucho de la evolución de algunos acontecimientos como la generalización o no de las tensiones en el área de China, Taiwan y Corea del Sur, una zona clave en la fabricación de microprocesadores, trascendentes en muchos procesos de producción.

-¿La llegada de gobiernos más radicales a derecha e izquierda puede acelerar o frenar estos cambios?

Bueno en la UE tienen voz y voto gobiernos de diferente signo político y evidentemente la influencia de unos u otros puede determinar el futuro en cuestiones como la política comercial europea, el comportamiento estratégico en temas, como la tecnología o las inversiones. Los gobiernos que tienen un signo político más a la derecha suelen ser más proteccionistas, mientras que aquellos que no comparten ese trasfondo político suelen ser más colaborativos en el ámbito internacional. Pero si nos miramos en el espejo de lo que ha ocurrido en EE.UU. el cambio político prácticamente no ha tenido trascendencia en este plano. Las medidas adoptadas por Trump eran más espectaculares, más exageradas, siempre en el mismo sentido, muy proteccionistas, más centradas en la actividad interna para crear más empleos, otra cosa es lo que se ha conseguido. Cuando la administración Trump fue sustituida por la administración Biden se esperaban cambios importantes que supusieran una reorientación de este tipo de medidas, pero lo cierto es que ha pasado la mitad del periodo de legislatura y no ha habido cambios relevantes.

-En este nuevo puzzle de la globalización, se está desplazando también la fabricación a otros países como Vietnam o India, ¿En que beneficia o perjudica a España estos movimientos?

El aumento de la interdependencia que se ha alcanzado en la globalización es un proceso que es muy potente, que tiene efectos positivos y negativos. El desplazamiento de actividad a otros países no tiene que ver tanto con productos acabados, si no con productos intermedios. Para entendernos, hoy en día muchos bienes y servicios son una especie de puzzle, resultado de piezas que no son otra cosa que componentes que se fabrican en cualquier lugar del mundo, como teléfonos móviles, aviones, o productos ya muy estandarizados, muy banalizados.

Lo interesante hasta la primera década de este siglo, era situarse bien en las cadenas de valor que rigen esos procesos productivos cuyos componentes se ensamblan finalmente en un país, donde en general el coste de la mano de obra no es muy alto, porque el montaje es bastante intensivo en mano de obra. En el caso del comercio de mercancías, esas cadenas de producción se están acortando, situándose en entornos más cercanos, en países con los que existen buenas relaciones.

El punto de inflexión de este cambio se produjo a finales de la primera década de este siglo. Desde entonces, el reto está en situarse en estas nuevas cadenas globales de producción que son más cortas y en las que hay una mayor cohesión regional. En este sentido, España tiene una ventaja respecto a otros países más alejados, como pueden ser los asiáticos, en la medida que los procesos productivos vuelvan a centrarse en una región económica como es la Unión Europea.

-Dentro de todos estos procesos ¿Que puede ofrecer España para atraer a estas empresas que se están moviendo hacia otros países?

El proceso, como decía antes, es muy complejo, por lo que es muy difícil, yo diría que prácticamente imposible ofrecer recetas, o encontrar ventajas o inconvenientes muy concretos. España tiene un desarrollo tecnológico intermedio con lo cual, no aportaría demasiado en aquellas partes de los procesos productivos más intensivos en tecnología, que tienden a ubicarse en otros países. En cuanto a coste de mano de obra, es competitiva en relación con países del entorno europeo, pero lo es mucho menos con países de bajos salarios.

Lo que hay que ofrecer es una combinación adecuada de ventajas para determinados sectores productivos y fragmentos en el proceso productivo que lleva a conseguir la fabricación de un bien o la prestación de un servicio.

Hay que tender cada vez más a actividades de mayor valor añadido, y por tanto menos dependientes de factores de competitividad como es el coste de la mano de obra. Nuestro desafío es poder competir con países de nuestro entorno con mayor grado de desarrollo y con estándares tecnológicos más altos.

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El profesor de Economía Aplicada de la UVa Luis Fdo. Lobejón en la Facultad de CC. Económicas y Empresariales nos habla sobre los retos y equilibrios que se están produciendo con la nueva globalización